En el centro de la consagración

A partir de 1911, año de realización del primer Salón Nacional, las artistas tuvieron un nuevo y prestigioso ámbito para exponer su trabajo. Desde sus inicios, el Salón atrajo a muchas mujeres, quienes apostaron a visibilizar su producción en el certamen artístico más convocante. La oficialización de la Academia Nacional de Bellas Artes y la existencia de un importante número de institutos privados de enseñanza contribuyeron al aumento de las artistas activas. Los porcentajes de las participantes en el Salón se mantendrían constantes durante varias décadas. En el marco de esta creciente actividad, fueron muchas las artistas que lograron mostrar y vender sus obras. 

Durante las dos primeras décadas de existencia del Salón Nacional, un conjunto de mujeres alcanzó un nivel de visibilidad y un reconocimiento inusitados. Emilia Bertolé (1896-1946), Ana Weiss (1892-1953) y Lía Correa Morales (1893-1975), entre otras, asistieron al ingreso de sus producciones en los espacios simbólicamente más destacados del país, entre los que se encontraba el Museo Nacional de Bellas Artes. Con la exhibición tanto de obras ambiciosas como íntimas, desde retratos hasta desnudos, atrajeron la atención de la crítica y del público, y se convirtieron en referentes de la escena artística de su tiempo.


Ana Weiss (Buenos Aires, 1892 – Los Ángeles, 1953), En el estudio, 1938, óleo sobre tela, 110 x 149 cm. Colección Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil, Tandil. 

Un año antes de obtener el Gran Premio Nacional de Pintura, Ana Weiss presentó en el Salón Nacional un retrato de su esposo, el también pintor Alberto M. Rossi. Con el título sobrio de En el estudio, la artista analizó con audacia las complejas relaciones entre modelos y artistas. Weiss representó a su esposo absorto en la contemplación de una modelo, que se halla recostada y ofrece su cuerpo ante los espectadores, aunque su mirada los evite.

El tema del matrimonio de artistas se presenta aquí con un matiz más sombrío que en los relatos que ensalzaban la vida familiar publicados en la prensa de la época, donde se destacaba la armonía de la unión conyugal. Al mismo tiempo, En el estudio dialoga con la gran cantidad de desnudos ejecutados por mujeres en estas fechas.

Lía Correa Morales (Buenos Aires, 1893-1975), Jacky, la bailarina, 1928, óleo sobre tela, 196 x 115 cm. Colección Museo Nacional de Bellas Artes.

Lía Correa Morales (Buenos Aires, 1893-1975), La dama de gris, 1935, óleo sobre tela,190 x 115 cm. Colección Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil, Tandil. 

La pintora Lía Correa Morales buscó nuevos horizontes para su experiencia y formación tras haber enviudado. Se dirigió a París, donde pronto emprendió la realización de una ambiciosa serie de retratos de mujeres, entre los que se encuentran La dama de gris y Jacky, la bailarina. Todos ellos comparten ciertas características: figuras de cuerpo entero, calmas, elegantes y de apariencia segura. La representación de la vestimenta, trabajada con sumo cuidado, ocupa un lugar central en estas piezas. A pesar de su estricta adhesión a los cánones de belleza hegemónicos, cada una de estas figuras transmite una sensación de dominio de la escena. Más que meros objetos de deseo para ser contemplados, estas mujeres son sujetos de deseo en plena posesión de sí mismas.

Hildara Pérez (Buenos Aires, 1895 – Martínez, 1949), Martita, 1927, óleo sobre tela, 90,5 x 70,2 cm. Colección Museo Nacional de Bellas Artes.

Léonie Matthis (Troyes,1883 – Buenos Aires,1952), Calle en Toledo, s/f, gouache sobre cartón, 47 x 34 cm. Colección Museo Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”, Santa Fe.

Nacida en Francia y educada en las más prestigiosas academias parisinas, Léonie Matthis fue una artista múltiple e incansable. Tras conocer al pintor Francisco Villar, se trasladó a la Argentina. Juntos desarrollaron vastas carreras y criaron a una extensa familia. Matthis viajó de modo permanente, y su pintura da testimonio de esos desplazamientos. Su Calle en Toledo la muestra interesada en la vida simple y pueblerina, inclinación que continuaría desplegando en la Argentina con sus series de pinturas realizadas en el norte y en el sur del país. En simultáneo con estas búsquedas, la artista mantuvo una importante faceta como retratista y una amplia actuación en escenas de reconstrucción histórica. Su tratamiento atractivo del color se complementa con su interés en el grabado, ámbito donde también se destacó con escenas tan simples como bellas.

En el centro de los géneros

En el centro de nuevas direcciones